miércoles, 19 de agosto de 2009

EL DUEÑO DEL SONEO

En el mundo de la salsa, un soneo, es una frase suelta producto de la inspiracion que puede ir desde el ambiente que se vive en pleno concierto, de temas relacionados a la propia letra de la canción y en algunos casos hasta se trata de retos y desafios a la clase política o celegas de tarimas.

Señoras y señores con ustedes, Carlos "Cano" Estremera, considerado por muchos como el mejor sonero, en una entrevista de Jaime Torres para El Nuevo Día...

Sus músicos lo desafían y a Carlos “Cano” Estremera le sube la presión, cerrando los ojos para liberar su musa en el montuno con una avalancha de soneos que no pocos melómanos cuentan para ver si supera su hazaña anterior.

El 29 de julio de 1990, en la plaza de recreo de Guánica, encadenó 105 inspiraciones consecutivas en el montuno de la salsa romántica “A mí”.

Al siguiente día, en las fiestas patronales de Comerío, vocalizó 106 pregones. En Yabucoa mejoró la marca con 128 soneos y el 25 de agosto, en Juana Díaz, llegó a 130.

Así se desató el mito del cantante albino Carlos “Cano” Estremera, orgullo del residencial público Fray Bartolomé de las Casas en Santurce que en 1990 se autoproclamó el “Dueño del Soneo”, apelativo que resienten algunos de sus colegas.

“Esa fue una campaña que creé cuando fuimos a sacar el disco “Dueño del soneo” porque el género estaba en la transición de la salsa a la balada. Y era necesario que el público que no sabía de salsa tradicional, al escuchar a Eddie Santiago, David Pabón y Willie González, no se engañara pensando que ésos eran los soneros bravos. Para mí era necesario abrirle los ojos a la gente”, recuerda Cano Estremera, apodado también, por su albinismo, “El Niño de Oro”.
Mientras otros cantantes enfocaban sus talentos en la llamada salsa cosmética, Cano perfiló como una especie de “salvador” para la expresión.

La jugada propició los encuentros de soneros en tarimas como la del Día Nacional de la Salsa, de los centros nocturnos y de los coliseos. Sus duelos con José Alberto “El Canario” y Domingo Quiñones son épicas salseras que han trascendido a otras latitudes. “Fue una logística que revitalizó la salsa y le enseñó al público la diferencia entre los cantantes y los improvisadores. Esto revitalizó la salsa, como en este momento lo hubiera hecho mi reunión con Bobby Valentín, que lamentablemente quedó en nada”.

Cano, sin embargo, aclara que su desarrollo como sonero no discurrió al lado del “Rey del Bajo”. Su padre Aquilino disfrutaba de los elepés de Ramito, Chuito el de Bayamón y otros trovadores. Cano los escuchaba mientras se mecía en un columpio del patio del caserío. Los secretos de la rima y la improvisación son herencia de los exponentes de la trova borincana y del estudio de los estilos de Marvin Santiago e Ismael Rivera.

“La rima es indispensable para cantar salsa. No estudié la escuela cubana hasta después de oír a Maelo. Y como deseaba sobresalir como un cantante diferente me nutrí mucho de Ella Fitzgerald, Al Jarreau y George Benson”, explica.

Su vocabulario, uno de los más vastos en la salsa, es fruto de un reto muy original: aprender una palabra cada día. “Aprendí poco en la escuela Haydeé Rexach y no fui a la universidad. Pero jamás olvidé al maestro que me dijo que una palabra por día eran 365 al año”.

En cualquier foro hoy afirma que es el sonero más versado del género. No admira a ninguno de los cantantes de su generación, incluyendo a Gilbertito, Domingo Quiñones y Hermán Oliveras, cotizados entre lo más sensacional y original del género. “Yo soy el menos malo que hay. No puedo sentarme a escuchar un disco para decir voy a aprender con éste. Por eso ya no oigo salsa”.

Su fama de rebelde e irreverente le ha forjado una imagen negativa que le ha pasado factura. El Fideicomiso de Parques Nacionales lo vetó tras un concierto en el Anfiteatro Tito Puente en que dedicó frases peyorativas a la ex gobernadora Sila María Calderón. “Llegó un momento en mi carrera en que se me negó trabajo y se me cerraron muchas puertas por mi personalidad. Yo adopté parte del estilo de los reguetoneros que expresaban abiertamente sus frustraciones e insatisfacciones”, explica.

El verdadero Cano Estremera, de 50 años, es el esposo de la joven profesional Yamira Arce, que lo ayuda en su calendario de presentaciones, padre de Carla, Gilmarie y Eric Joel, y abuelo de cinco niños. Yamira lo acompaña en estos días en que teme por su vida, debido a la enfermedad de fibrosis pulmonar que suele afectar a las personas con albinismo.

Su albinismo ha sido el detonante de algunas dificultades que ha enfrentado en la industria. Percibe que no pocas personas lo subestiman y dudan de sus capacidades. “Piensan que uno es bruto; que uno no puede pensar. Y se equivocan”. En el ojo derecho sólo tiene un 10% de visión y por el izquierdo no ve absolutamente nada, debido a una pedrada recibida durante su niñez que le impide leer y manejar.

Y aqui una pequeña muestra de la calidad interpretativa del Cano en un mano a mano de antología con Domingo Quiñones, Lalo Rodríguez y "El Canario".







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